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Pasarelas de Panticosa: vértigo y paisaje a espuertas

Pasarelas de Panticosa

Justo antes de llegar a Panticosa, el río Caldarés se abre paso entre el Tozal de las Tierras y la peña O Calvé abriendo un corto pero muy angosto cañón, un espacio prácticamente inaccesible de menos de un kilómetro de longitud y verticales paredes rocosas, hasta ahora solo frecuentado por pescadores. El milenario trabajo erosivo de las aguas sobre la roca caliza ha perfilado un pequeño desfiladero en el extremo oriental de la población, que ahora puede recorrerse por un sólido entramado de pasarelas aéreas, completando una atractiva ruta circular que pasa por dos búnkeres y sube al mirador de O Calvé, con unas asombrosas vistas panorámicas del Pirineo.

Panticosa. Foto: Elmar Michael Elbs

La apertura del pasarelas de Panticosa el pasado 27 de marzo supuso todo un revulsivo en la actividad turística del valle tras los meses de desolación impuesta por la pandemia, que dio al traste por segundo año consecutivo con la temporada de nieve, un recurso clave de la economía local. El primer fin de semana recorrieron las pasarelas más de 1 600 personas y en Semana Santa la cifra superó los 6 000 visitantes en cuatro días.

El acceso está regulado y controlado (máximo de 60 personas cada 20 minutos), siendo necesario realizar una reserva previa en la página web creada al efecto (pasarelasdepanticosa.com), abonando 3 € por persona (1 € para federados en montaña, que deberán acreditar su condición presentando tarjeta en el control de acceso). Hasta mediados de junio, las pasarelas abrirán el sábado y el domingo en horario de 10 a 18.00. Durante el verano y hasta mediados de septiembre, la previsión es que estén abiertas todos los días.

La nueva infraestructura da acceso a uno de los rincones más cercanos y, al tiempo, más desconocidos de Panticosa, un pequeño e inaccesible desfiladero labrado en la roca caliza por el río Caldarés justo antes de llegar a la población. Además, al enlazar con la ruta circular del mirador de O Calvé, el itinerario abierto permite completar un atractivo circuito de poco más de 2 kilómetros que, al vértigo de las pasarelas suma varios miradores con fabulosas vistas panorámicas, preciosos tramos de sendero y la posibilidad de introducirse en dos búnkeres de la conocida como Línea P. Es la ruta circular que vamos a realizar, una propuesta perfecta para ocupar parte de una jornada o, en su caso, para combinar con uno de los muchos recorridos senderistas posibles que se pueden hacer desde o con final en el núcleo de Panticosa.

Cerca de la iglesia se encuentra la oficina de turismo de Panticosa. Foto J. Azcona

Acceso desde el pueblo

Las pasarelas están conformadas por tramos llanos de plataforma metálica y de escaleras acotados por barandillas de triple sirga de acero. Es una estructura completamente firme y segura, diseñada y ejecutada por una empresa con gran experiencia en construcción y equipamientos de montaña (Prames).

Hay una serie de normas obligatorias y recomendaciones establecidas para mayor seguridad, como que el acceso está prohibido a menores de 7 años y personas de estatura inferior a 1,30 m. Aunque no es obligatorio, se recomienda el uso de casco.

El puente Viejo sobre el río Caldarés da acceso al parquin de autocaravanas, un bonito y pequeño rodeo para llegar desde el pueblo a la telecabina. Foto: J. Azcona

Es lo que ofrece esta infraestructura turística que se suma a otras ya muy conocidas en la provincia de Huesca —y también de mayor envergadura— como las pasarelas del río Vero en Alquézar o las del ribagorzano congosto de Mont-rebei. Si quieres iniciarte en este tipo de propuestas, las de Panticosa son perfectas por su accesibilidad y sencillez de recorrido, sin que ello les reste emoción pues reúnen también los ingredientes necesarios para recrear nuestros sentidos: adentrarnos y caminar sobre un rincón de salvaje naturaleza, sensación de verticalidad total y vistas espectaculares de las montañas del entorno.

Telecabina de Panticosa. Detrás se inicia la ruta. Foto: J. Azcona


Podemos dejar nuestro vehículo en el aparcamiento de la estación de esquí, donde se ubica el panel informativo de las pasarelas y comienza la señalización del recorrido, cruzando luego el puente sobre el Caldarés hacia el edificio de la telecabina. Si vamos caminando desde el pueblo, recomendamos hacerlo por el bello puente de piedra que hay unos metros río abajo, junto al aparcamiento para autocaravanas. Como iremos con una hora ya fijada, hay que contar que nos llevará unos 15 minutos llegar desde el aparcamiento hasta el acceso a las pasarelas.

Inicio de la ruta de las pasarelas. Foto: J. Azcona

Rodeando la telecabina encontraremos el inicio del sendero, señalizado con un poste vertical que nos informa también de la entrada a otros recorridos («PR-HU 95 Ibón de Sabocos – La Ripera / Subida a la Peña del Saso 2,1 km»). Ascendemos por un bonito tramo de estrecho sendero ascendente y al poco nos desviamos a la izquierda, llaneando al encuentro del cauce del Caldarés del que nos habíamos alejado. Con frecuencia compartiremos este corto recorrido inicial con otros senderistas de paseo por la zona.

En unos 5 minutos y ya con preciosas vistas de Peña Telera, que después disfrutaremos aún más desde el mirador de O Calvé, nos encontramos con la cabina de madera de control de acceso a las pasarelas. Nos restan solo unos metros, un giro en la dirección del camino y una puerta metálica para adentrarnos en el desfiladero. En un momento, la verticalidad a nuestros pies, 25 metros de caída hasta las aguas del Caldarés, con paredes de roca levantadas a plomada a ambos lados.

Verticalidad y emoción

El primer tramo de las pasarelas se abre paso entre algunas prominencias rocosas que lo estrechan, algo que se repetirá en otros puntos del recorrido, a tener en cuenta si llevamos a la espalda una mochila (las voluminosas están prohibidas precisamente por ello). Tras un corto tramo de escaleras, llegamos a un puente que cruza a la margen hidrográfica derecha del cañón. Un comienzo espectacular. En el punto en el que cruzamos de lado a lado, el desfiladero gira ligeramente hacia el norte, lo que impide tener una vista completa del recorrido, añadiendo intriga a la experiencia.

Tras el puente, un tramo de escaleras sitúa la plataforma en un plano más elevado y, enseguida, otras escaleras vuelven a hacerlo, adaptándonos así al curso del cauce del río que vamos remontando. A nuestra derecha, un angosto fondo cubierto por vegetación entre la que discurren las aguas del Caldarés descubriendo pequeños saltos y pozas. Desde nuestra perspectiva, el lugar aparece tan inaccesible que resulta inverosímil imaginar pescadores transitándolo, hasta ahora los únicos visitantes habituales de este escondido entorno junto con algún barranquista. Seguirán siéndolo en lo que al lecho del río se refiere.

Varios pequeños balcones o apartaderos en la pasarela nos permiten disfrutar del paisaje, disfrutar de las vistas y apreciar el tramo de pasarelas recorrido y lo que nos resta por delante. La sensación durante todo el recorrido es de estabilidad, de seguridad y el disfrute absoluto.

Tramos de escaleras tras cruzar el barranco. Foto: Elmar Michael Elbs

Continuamos hacia la entrada superior del cañón, que se abre regalándonos nuevas y espectaculares vistas del extraordinario entorno montañoso de Panticosa, ahora hacia el norte y con punta Peña Blanca. Los últimos metros de las pasarelas discurren ya por el tramo más abierto del pequeño cañón, anticipándonos el despliegue de vistas panorámicas que vamos a disfrutar en lo que nos queda de ruta circular.

Vista hacia atrás desde el tramo final de las pasarelas. Foto: : Elmar Michael Elbs

Búnkeres de la Línea P

Rebasado el portón de salida, la ruta asciende ahora por sendero jalonado por travesaños y tramos de barandado de madera que facilitan el progreso en acusada pendiente hasta una bifurcación señalizada con un poste con flechas que nos indican las dos opciones de ruta circular posibles para retornar a Panticosa: a la derecha por el camino de As Paúles y el barranco de Bachato, algo más suave (30 min y 125 m de desnivel en todo el circuito), y a la izquierda hacia los búnkeres y el mirador de O Calvé (35 min y 160 m de desnivel en esta ruta). Si queremos evitar un par de cortos tramos de sendero empinado, la mejor opción es la de As Paúles pero nosotros recomendamos sin ninguna duda tomar la opción de la izquierda.

Bifurcación del sendero, a la izquierda la subida a O Calvé. Foto: J. Azcona

El sendero asciende entre bojes y sale a terreno despejado de vegetación para llegar hasta el primer búnker de la Línea P, un proyecto franquista, tan colosal como absurdo, de fortificación de todo el Pirineo para repeler una eventual invasión militar desde Francia. Debió de suponer un buen negocio para cementeras y empresas adjudicatarias de las obras de nidos de ametralladora, búnkeres y otras estructuras ubicadas en pasos y puntos estratégicos de la frontera y en cuya construcción se empleó mano de obra forzada de presos de la guerra.

Primer búnker, un estupendo mirador. Foto: J. Azcona

Hoy pueden ofrecernos refugio bajo el sol o la lluvia, pero no debemos olvidar que son elementos del nuestro patrimonio histórico que estamos obligados a respetar y preservar. En una cota superior, muy cerca del primero se encuentra el segundo búnker junto al que encontraremos un panel informativo sobre la Línea P y un banco para disfrutar cómodamente sentados de las vistas.

Interior del primer búnker. Foto: J. Azcona

No hay pérdida pero aún así las estacas nos siguen guiando hacia el mirador de O Calvé, al que llegamos en pocos minutos.

Panel junto al segundo búnker. Foto: J. Azcona

Panorámicas desde O Calvé

Es una atalaya excepcional sobre el núcleo de Panticosa, con panorámicas vistas hacia el sur de la sierra de la Partacua y su cima, la peña Telera (2 762 m), además de otras elevaciones más cercanas como A Cucuraza o Punta Fazera y, hacia el norte, de los valles del Caldarés y de la Ripera, la sierra de Tendenera / Tendeñera y la peña Sabocos (2 755 m), la citada Peña Blanca (2 566 m), los Dientes de los Batanes (2 909 m) muy al fondo, o el Garmo dero Pico (2 674 m), por citar solo algunos hitos montañosos.

Panorámica desde el mirador de O Calvé hacia Panticosa y la Partacúa. Foto: Elmar Michael Elbs
Completando la panorámica desde O Calvé

Pocas localidades tienen tan a mano un mirador tan espectacular como el de O Calvé de Panticosa, con una panorámica de 360º que uno no se cansa de admirar. Si realizamos esta circular de las pasarelas podremos explayar la mirada en un plano más corto pero salvaje y vertiginoso, para hacerlo luego y en este otro más largo y sosegado que ofrecen las paradas de los búnkeres y el mirador. Pura terapia visual (y anímica) para recuperarse del exceso de distancias cortas y horizontes constreñidos impuesto a muchos por el confinamiento.

Tramo final de la ruta. Foto: Elmar Michael Elbs

Desde O Calvé el sendero desciende en pendiente acusada en dirección norte (pondremos cuidado para no resbalar si el suelo está húmedo), se aplana y gira al suroeste hacia el pueblo haciendose angosto entre muretes de piedra seca, atravesando un bosquete de quejigos y bojes que amenazan con cerrarnos el paso y crean un pintoresco túnel de luces y sombras. Es la mágica despedida de una sencilla pero muy agraciada ruta circular alrededor de Panticosa, de 2,2 km y que puede hacerse en apenas una hora pero a la que, seguro, dedicaremos con gusto más tiempo. La señalización nos dirigirá de nuevo al aparcamiento.

RED DE MIRADORES

El municipio de Panticosa cuenta con una atractiva red de miradores, perfectamente señalizados y accesibles. Son los miradores de O Calvé, A Cucuraza, A Claveta, Peña del Saso, Peña Medio y los de Peña de Santa María, a los que se suman el mirador del Pino y de la Reina en el Balneario de Panticosa y el de O Castiecho en El Pueyo de Jaca. En esta última población pronto se ubicarán otros dos más, O Caxico y las Sabinas. Te recomendamos visitarlos y disfrutarlos. Puedes informarte sobre estas atalayas en la oficina de turismo local o en la web del Ayuntamiento de Panticosa.

Vistas al pantano de Búbal desde el mirador de O Castiecho, en El Pueyo de Jaca. Foto: David Saz

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