Pocos territorios en Europa pueden presentar un rosario de poblaciones comparables a las ciudades monumentales de la Celtiberia. Son hoy ciudades decadentes pero plagadas de patrimonio que, con algunos restos de la Antigüedad, se agudiza en el Medievo y se prolonga en Era Moderna. Es lo que vamos a encontrar en este nuevo acercamiento a un libro de próxima edición, Celtiberia: un país imaginado (Prames), una nueva guía turística que recogerá ese enorme legado patrimonial para que el viajero pueda disfrutarlo recorriendo diferentes rutas.
El territorio celtibérico vinculado a Castilla desde la Edad Media fue Extremadura fronteriza, por lo que es habitual encontrar notables restos defensivos califales en Ágreda conviviendo con torreones cristianos y edificios de los siglos XVI y XVII; Medinaceli también conserva restos defensivos islámicos, no en vano fue capital defensiva de la Marca media en el califato. Su arco romano (s. II), convertido en icono de monumento nacional, da prueba de la importancia de esta encrucijada de caminos desde la Antigüedad que, ya en la Edad Moderna, fue ciudad ducal presidida por el palacio “escurialense” de Gómez de la Mora (1625). Almazán también fue testigo de eventos históricos relevantes (en 1158 Sancho III de Castilla creó la Orden de Calatrava y en 1375 se firmó la paz que finiquitaba la Guerra de los Pedros. De la ciudad medieval se conservan murallas y tres de sus cuatro puertas y de sus doce iglesias medievales se conservan la de San Vicente, San Miguel (con su singular cimborrio de finales del XII) y Nuestra Sra. del Campanario. Destaca el Palacio renacentista de la plaza Mayor, emblema del señorío de los Hurtado de Mendoza. Dos personajes insignes del Sigo de Oro a destacar, el gran teólogo Suárez, aquí nacido, y Tirso de Molina, que murió aquí.
Metidos en la provincia de Segovia, en un castro celtibérico con necrópolis se asienta Sepúlveda, que será disputada entre Fernán González y los musulmanes, recuperada por Almanzor y definitivamente ganada para Castilla en 1010El por el nieto del mítico conde castellano, Sancho García. El fuero concedido por Alfonso VI en 1076 marcará la pauta de los de las Extremaduras y relanzará su Comunidad de Villa y Tierra. Hasta la Guerra de la Independencia no rebrota su condición guerrera, concretamente en la Acción de Sepúlveda que frenó el avance de Napoleón hacia Madrid e hizo intervenir a su Guardia imperial. El Empecinado tuvo aquí su refugio y las guerras carlistas también dejarían mella. Es un destacadísimo conjunto medieval que conserva su cinto amurallado con castillo romano, árabe y remozado por Fernán González. Despliega un sobresaliente patrimonio de románico porticado muy temprano en San Salvador (finales XI) y la Virgen de la Peña (s. XII). La iglesia de Santiago (ss. XII y XIII) es espacio mestizo con ábside mudéjar de ladrillo según el léxico castellano, alberga en la cripta una necrópolis del X. Otros templos románicos han sido aprovechados para albergar el Museo de los Fueros o la Casa del Parque de las Hoces del Duratón, paraje natural kárstico de agreste belleza. Mansiones hidalgas del renacimiento y barroco y una cárcel reconstruida con todo lujo de detalles completan este viaje a la Edad Media donde no puede faltar la gastronomía de sus célebres asados. Ayllón igualmente era cabeza de la Comunidad de Villa y Tierra de muchos pueblos ahora repartidos entre las provincias de Segovia, Soria y Guadalajara. Aquí se firmó un tratado para sellar la paz entre Castilla y Portugal (reconociendo a Juan I de Avis), o las leyes para discriminar a hebreos y mudéjares en 1412. Fue importante centro merinero donde se reunía el Honrado Concejo de la Mesta y aquí residió el Condestable Álvaro de Luna. Hay restos de su recinto defensivo que clausura un espacio urbano medieval con templos románicos como el de San Juan (s. XII) y el de San Miguel, y la plaza mayor castellana con la casa del Concejo (palacio renacentista de los Marqueses de Villena).
Hacia el norte, en provincia burgalesa, Covarrubias fue fundada, según la leyenda, por el rey visigodo Chindasvinto. Tras una efímera ocupación árabe, aparecerá vinculada al Conde Fernán González y a su hijo García Fernández, quien en 978 funda el Infantado de Covarrubias otorgándole grandes dominios. Conserva el recinto murado medieval cuyo bastión más destacado es el Torreón de Fernán González (s. X). Destaca la colegiata de San Cosme y San Damián, del siglo XV, con claustro y museo que recopila un buen puñado de arte mueble: capiteles románicos, escultura y pintura y magnífico tríptico policromado de La Adoración de los Reyes Magos (s. XV) atribuido a un discípulo de Gil de Siloé. Allí reposan desde 1841 Fernán González y Doña Sáncha, su mujer (en un sarcófago paleocristiano reutilizado), también la princesa Kristina de Noruega en un bello sepulcro gótico. La iglesia de Santo Tomás es una fábrica tardogótica del XV que tiene una espléndida escalera plateresca. Covarrubias constituye uno de los conjuntos más singulares de arquitectura tramada castellana, cuyo ejemplo más relevante es la Casa de Doña Sancha (s. XV).
Iglesia románica de San Pedro, en Caracena (Soria). Foto: AAC Representación del sol eh la ermita de Santa María de Quintanilla de las Viñas (Burgos). Foto:AAC Castillo de Atienza. Fotos: AAC
Ya en dominios riojanos, Nájera es la ciudad más añeja, pues entra en acción en 923, cuando Sancho Garcés I de Pamplona la conquista y la erige en la capital del Reino de Nájera-Pamplona que ya abarca la Rioja Alta y Media; así lo legará a su hijo García Sánchez I (925-970), primer rey najerense. Sancho III El Mayor (c. 992-1035) fue el gran impulsor de la capital en el marco de la Ruta Jacobea concediéndole su fuero, uno de los primeros de la península. Su hijo García Sánchez III, “el de Nájera”, extendió sus dominios por la Rioja baja, creó la orden de caballería de La Jarra o de la Terraza, una de las más tempranas de Europa (1040), y promovió un scriptorium local y los de San Millán y Albelda. Sancho el de Peñalén (1054-1076) culmina la colegiata de Santa María, introduce el rito romano hasta que su fratricidio en Peñalén desembocó en la repartición del reino entre Aragón y Castilla (Alfonso VI asumió los dominios riojanos). El Monasterio de Santa María es un templo tardogótico (1435-1516) con un sobresaliente coro de estilo florido. El panteón real, construido hacia 1556 en estilo renacentista, alberga sepulcros de la dinastía navarra de los Abarca, completado por el panteón de los duques de Nájera.
Ya en el antiguo Reino de Aragón, Borja ofrece algunos magníficos palacios de ladrillo mudéjar de los siglos XVI y XVII y el museo de la Colegiata con interesantes piezas.
Torres de la colegiata de Santa María de Borja. Foto: Archivo Prames Borja, claustro de la colegiata de Santa María. Foto: Archivo Prames Palacio de María Aguilar, sede del Centro de Estudios Borjanos. Foto: Archivo Prames
Calatayud, de fundación musulmana, luego sede de la Orden del Santo Sepulcro, destaca por su castillo musulmán y los restos de su recinto murado, su judería con sinanoga identificada y, muy especialmente, por sus torres e iglesias mudéjares (San Pedro de los Francos, San Andrés y Santa María). También tiene destacado legado renacentista en arquitectura civil y religiosa (la portada plateresca de la colegiata), así como templos barrocos que testimonian su importancia como ciudad conventual.
Daroca, la Darauka islámica y judía, posee uno de los más extensos recintos amurallados de España con torres y puertas y coronado por un ruinoso catillo. Son muy singulares sus templos tardorrománicos, algunos con interesantes pinturas góticas y acabadas por alarifes mudéjares en un interesante ejercicio de mestizaje. En la colegiata de Santa María se suceden el románico (ábsides), el gótico y el Renacimiento; alberga los corporales en una Capilla que fue esculpida siguiendo los modelos tardogóticos de Borgoña o Flandes. Es un viaje al pasado transitar por su conjunto monumental de palacios renacentistas y barrocos, además de la Mina, una de las obras hidráulicas más importantes de Europa en el siglo XVI.
Portada en la colegiata de Santa María de Daroca Foto: Javier Melero – Archivo Prames Iglesia de San Miguel, Daroca. Foto: Javier Melero – Archivo Prames Fuente de los 20 Caños, Daroca. Foto: Javier Melero – Archivo Prames
Capital de su medieval Señorío, Molina de Aragón tiene uno de los recintos fortificados medievales más impresionante de España, asentado sobre un poblado celtibérico y una fortaleza andalusí; a partir de su reconquista por Alfonso I El Batallador en 1129, se fue jalonando de esbeltas torres y puertas que protegen un conjunto urbano con iglesias románicas, renacentistas y barrocas, con edificios civiles destacables y los restos sefarditas del Prao de los judíos (ss. X-XV). Atienza fue plaza medieval disputada por musulmanes y cristianos (Alfonso VI y quizá Alfonso I de Aragón la reconquistaron y este la cedió a Alfonso VII de Castilla y León. En este epicentro de su Comunidad de Villa y Tierra, de sus catorce iglesias románicas restan cinco, siendo Santa María del Rey la más madrugadora -una inscripción en árabe de 1112 alude al patronazgo del Batallador- aunque fue reconstruida en el XIII; San Gil (Museo sacro) y la Santísima Trinidad (Museo de la Caballada) habían sido erigidas en el siglo XII, como la original portada de Nuestra Señora del Val tiene una arquivolta sustentada por diez contorsionistas con bonetes (probable atuendo mudéjar); finalmente San Bartolomé, situada extramuros, con galería porticada que da acceso a un nutrido museo paleontológico. Lo más singular es el ábside del Convento de San Francisco, inédito ejemplo del gótico inglés promovido por la esposa inglesa de Enrique II, Catalina de Lancáster a fines del siglo XIV. Aunque románica en su origen, la iglesia parroquial de San Juan es un ejemplo de hallenkirche tardogótica con elementos renacentistas. Está ubicada en la Plaza del Mercado, muestra del urbanismo castellano medieval con soportales y casas tramadas o pétreas (Casa del cordón), así como los dos tramos de muralla y el castillo, de origen árabe remozado en tiempos cristianos.
Metidos en la Alcarria nos sale al paso Brihuega, que fuera dominio del arzobispo de Toledo Rodrigo Rodríguez de Rada, quien le otorgó fuero en 1242, propició su esplendor y extendió un estilo de transición románico al gótico rastreable en San Miguel, San Felipe y Santa María de la Peña. La ola ilustrada del XVIII propició la Real Fábrica de Paños, tradición industrial que explica la constitución de una comuna anarquista de la CNT que se implicaría sin duda en el triunfo republicano en la Batalla de Guadalajara de 1937. En las cercanías de Cifuentes creó Alfonso X El sabio en 1273 el Honrado Consejo de la Mesta de Pastores, que tanta importancia tendría en la Celtiberia castellana. Del ese esplendor medieval queda San Salvador (transición románico-gótico de finales del XIII) con interesante portada, rosetón y torre. Su castillo fue erigido a partir de 1324 por el gran escritor Don Juan Manuel sobre las ruinas de un alcázar musulmán y de su cinto murado quedan restos de dos torreones; también hay constancia de su judería y posible sinagoga. El Renacimiento dejó el conjunto del hospital y ermita del Remedio, el hospital de San Francisco, del que se han perdido los dos claustros y otras dependencias, el escurialense convento dominico de San Blas de 1624 (hoy centro cultural) y la casa del Gallo, prototipo de residencia de hidalgos.
En la serranía de Cuenca Priego fue una fortaleza musulmana de la que solo queda el torreón de Despeñaperros; perteneció luego al Conde de Priego vinculado a la familia de los Carrillo de Mendoza otorgándole Juan II de Castilla en 1440 el título de ciudad. En el convento de los Concepcionistas o del Rosal (s. XV), con las ruinas de su iglesia de trazas góticas y del claustro, ya es apreciable un Renacimiento que florecerá en el XVI: palacio de los Condes de Priego (Ayuntamiento), antiguo juzgado e iglesia de San Nicolás de Bari, de triple nave, la central más elevada, cubierta con bóveda de crucería estrellada y torre con almohadillado florentino. Más asomada hacia la Meseta, Alarcón se erigió como plaza fuerte emiral (s. VIII) siendo reconquistada para Castilla en 1184 por Alfonso VIII. Testimonio de esas refriegas medievales es su castillo encaramado sobre hoz del Júcar, morada de Don Juan Manuel, con torre del homenaje de Juan Pacheco (c. 1460) y temprano Parador Nacional promovido por Fraga Iribarne en 1966. Su aire medieval se palpa en el emplazamiento, en el trazado urbano y en los restos de templos románicos, como la nave de la Santísima Trinidad del siglo XIII y la fábrica de ecos cistercienses de Santo Domingo de Silos. El Renacimiento se luce con la planta de salón de Santa María y su esmerada portada sur bajo arco triunfal plateresco de Juanete de Orleans. La iglesia de San Juan Bautista (s. XVI), con portada herreriana, alberga las pinturas murales (1995-2002). de Jesús Mateo, declaradas de Interés Artístico Mundial por la Unesco. Huete, la Wabda emiral y refugio temporal del rey de la taifa toledana tras su conquista por Alfonso VI, fue ganada por este rey leonés a fines del XI, convirtiéndose en importante plaza fronteriza al oriente de su reino. Villa de realengo en un mar de señoríos y ciudad desde 1428, título concedido por Juan II de Castilla quizá inducido por su cronista, Pedro Carrillo de Huete. Del medievo quedan restos de su alcazaba, luego castillo de Luna, y la iglesia de Nuestra Señora de Atienza, gótico inicial del XIII. Sobresale su conjunto urbano renacentista y barroco, con mansiones, conventos e iglesias: convento de Jesuitas, iniciado en el XVI con reformas deciochescas y el convento de Santo Domingo -erigido desde 1556 quizá por el gran Andrés de Vandelvira-, uno de los mejores ejemplos de manierismo conquense, y comienzos XVII, y Santo Domingo, memorable iglesia que Fray Alberto de la Madre de Dios diseñó a comienzos XVII con trazas escurialenses.
Hemos dejado las ciudades catedralicias (Albarracín, Calahorra, Cuenca, El Burgo de Osma, Soria, Santo Domingo de la Calzada, Tarazona y Teruel) para una ruta específica. Pero no queremos olvidarnos de otras poblaciones de la Celtiberia que, si bien no constituyeron importantes ciudades históricas, atesoran un relevante patrimonio arquitectónico y urbanístico: Santo Domingo de Silos, Salas de los infantes, Pineda de la Sierra, Ezcaray, Arnedo, Torrecilla en Cameros, Villoslada de Cameros, Montenegro de Cameros, Brieva de Cameros, Ortigosa de Cameros, Anguiano, el conjunto pinariego integrado por Vinuesa, Molinos de Duero, Salduero y Quintanar de la Sierra, cuyas mansiones (de los ss. XV al XVIII) testimonian el esplendor de la Real Cabaña de Carreteros, creada en 1497. Continuamos por San Estebas de Gormaz, Langa de Duero, Berlanga de Duero, Caracena, Rello, Calatañazor, Morón de Almazán, Narros, Somaén, Jubera, Monteagudo de las Vicarías, Yanguas, Calamocha, Ródenas, Anento, Báguena y Burbáquena, Torrijo de la Cañada, Villarroya de la Sierra, Ateca, Morata de Jiloca, Maluenda, Morata de Jalón, Chodes, Orihuela del Tremedal, Bronchales, Gea de Albarracín, Beteta, etc.
Texto: JAVIER HERNÁNDEZ RUIZ. Asociación de Amigos de la Celtiberia – www.sosrural.org
Foto de cabecera: Plaza Mayor de Morón de Almazán (Soria). Foto: AAC