Además de sus paisajes singulares, objeto internacional de visita y estudio, la provincia de Teruel atesora una riqueza geológica que se manifiesta también en la variedad e interés de sus explotaciones mineras y cavidades subterráneas.Salvo en el caso de alguna mina de carbón y de los centros de interpretación y museos creados en Ariño, Escucha y Utrillas, se trata de un patrimonio desconocido e inaccesible. Sin embargo, hoy podemos descubrir parte de este gran legado gracias a un novedoso trabajo de espeleominería que ha quedado reflejado en el libro Minas de Teruel. Vestigios del pasado, libro de gran formato y profusamente ilustrado que nos permite «adentrarnos» en 31 espacios subterráneos (minas de extracción convencionales, nacimientos de ríos y orificios abiertos en la montaña para conducción del agua). Un viaje seguro y apasionante a las minas de Teruel, patrimonio oculto.
La pandemia nos está acostumbrando a lo virtual y eso es lo que haremos hoy, un recorrido virtual por una parte de nuestro patrimonio que permanece oculto a nuestros ojos. El trabajo del que extraemos información e imágenes para componer este viaje no es una «guía», ya que los lugares a los que hace referencia no están acondicionados para su visita y adentrarse en ellos resulta muy, muy peligroso. Son espacios reservados a espeleólogos y profesionales del mundo subterráneo pero, precisamente gracias a su trabajo, podemos conocer nosotros también esos espacios que sorprenden por su belleza y capacidad de sugestión. Tomar conciencia de su existencia nos permitirá valorar todavía más nuestro patrimonio geológico y etnográfico, preservarlo y, quizá en algunos casos, estudiar las posibilidades de su adecuación como recurso turístico y cultural.
Minas, conducciones y manatiales
Como ya avanzábamos, este viaje va a llevarnos tanto al interior de viejas minas de diferentes minerales como a pasos o conducciones subterráneas artificiales, a nacimientos de ríos y manantiales, lugares todos ellos a los que podemos denominar con propiedad como «minas».
La práctica de la espeleología como deporte y actividad científica conlleva el estudio de todo aquello que se encuentra bajo tierra, ya sea natural o antrópico, lo que incluye a las minas de extracción. Por lo general, las publicaciones sobre cavidades naturales cada día son más frecuentes, no ocurriendo lo mismo con lo que se viene denominando «espeleominería».
Si a la hora de explorar cualquier cavidad natural hay que extremar las precauciones, ante una hipotética visita a cualquier antigua mina estas precauciones tienen que ser máximas, ya que al llevar clausuradas varias décadas pueden producirse factores como derrumbes o acumulación de gases por falta de ventilación.
Los profesionales y especialistas saben que ante cualquiera de estos factores debe suspenderse toda exploración. A este respecto, todas las minas que aparecen en esta publicación han sido exploradas con la ayuda de equipos de espeleología avanzados que incluían cascos provistos de iluminación LED y un aparato portátil de medición de gases (Dräger X-am 2500), que analiza la concentración de metano, oxígeno, monóxido de carbono y ácido sulfhídrico.
La minería ha legado un importante patrimonio arqueológico industrial y ha transformado el paisaje, como se puede apreciar por buena parte de la geografía turolense. Gran parte de la actividad agraria quedó en un segundo plano ante unos salarios mayores y más seguros; pero también por la propia extracción del mineral, que provocó la generación y acumulación de gran cantidad de residuos no explotables que conllevaron nuevas formas de relieve.
No solo carbón
La explotación minera supuso también cambios socioeconómicos muy profundos que todavía perduran. Atrajo población de diversas zonas de la geografía española e incluso de otros países, convirtiendo a las cuencas mineras turolenses en un crisol de culturas, con la llegada de trabajadores extremeños, leoneses y, especialmente, andaluces tras el cierre de las explotaciones en sus lugares de origen, pero también llegaron muchos paquistaníes que se establecieron con sus familias. Muchos de ellos echaron raíces aquí y a día de hoy siguen conviviendo con nosotros.
Teruel es conocida por su minería del carbón, desarrollada especialmente durante los siglos XIX y XX. Sin embargo, la provincia esconde en su interior una infinidad de minerales que son destinados a múltiples usos y, por lo general, desconocidos al verse relegados a un segundo plano por el carbón. Además, la mayor parte de estas explotaciones tuvieron un carácter más artesanal y poco tecnificado, en buena parte porque su explotación se llevó a cabo durante la primera mitad del siglo XX, cuando nuestro país se encontraba en unas precarias condiciones socioeconómicas. En buena medida, ese desconocimiento se debe al hecho de que en Teruel solo se producían las actividades extractivas, desarrollándose la transformación fuera de Aragón, salvo en el caso del carbón y las centrales térmicas.
La caprichosa y rica geología de la provincia de Teruel no se distribuye de forma homogénea por el territorio, de modo que hay zonas con unos minerales muy específicos: por ejemplo, en la zona de Libros se explotó el azufre; a lo largo del valle del Alfambra, el yeso; en la serranía de Albarracín, el cobre; en Gúdar-Javalambre, el plomo y el zinc, o en el centro de la provincia, el lignito y, curiosamente antes de este último, se explotó el azabache, variedad compacta, densa y negra de carbón que se empleaba en joyería; de hecho, hay referencias de principios del siglo XVII de minas en la zona del Barranco Malo de Montalbán y que, incluso, se labraba para producir pequeñas joyas, en algunos casos de enviudamiento.
Trébol, la baritina de La Zoma
En el municipio de La Zoma (Cuencas Mineras) se encuentra una curiosa explotación de baritina en la que se calcula que entre los años 1952 y 1960 se extrajeron de 11 000 a 16 000 toneladas, quedando todavía más de 20 000 toneladas en su interior. En el cerro del Hierro existen tanto labores de interior como a cielo abierto, aunque la que presenta mayor desarrollo de explotación es la mina Trébol, también denominada las Sargas.
De origen hidrotermal, la baritina se transportaba en camiones hasta la localidad de Flix (Tarragona), empleándose como aditivo para ciertas pinturas y como carga para la elaboración de papel, detergentes, vidrios y algunos medicamentos. Mezclada con barro, se emplea también para lubricar los taladros con los que se perforan los pozos petrolíferos, dada su alta densidad.
La bocamina se encuentra en un frondoso carrascal. La fuerte corriente de aire que se aprecia en el interior denota que hay pozos de ventilación que aún dan al exterior y por los que incluso se puede llegar a ver la luz. La galería de entrada se bifurca a los 20 metros. Por la derecha, se conecta con una galería de corto desarrollo que lleva a tres pozos verticales, el más grande de alrededor de 18 m y que conecta con el exterior. Por la izquierda, la galería disminuye en altura hasta llegar a un cruce en donde hay que seguir por la derecha, ya que de frente la galería queda cegada.
Después de unos 45 m se llega a la galería principal, en la que se puede apreciar a la perfección cómo se explotaba el mineral; en realidad se está caminando por la capa de baritina que se ha extraído, quedando a ambos lados las capas de caliza. Hay zonas en las que las alturas superan los 40 metros.
El azufre de Libros
Entre Libros y Riodeva (extremo sur de la comarca Comunidad de Teruel), se encuentra el paraje de La Zofrera (también conocido como La Azufrera), donde hay constancia de la explotación de minas de azufre al menos desde 1777. Allí se encuentran las minas de Libros I, II y III.
El azufre es conocido desde la antigüedad y tiene múltiples usos, como la fabricación de pólvora, la producción de ácido sulfúrico para baterías y de fertilizantes, el vulcanizado del caucho… o incluso al industria cosmética.
El azufre de Libros se transportaba a la localidad zaragozana de Villafeliche para la fabricación de la pólvora utilizada en la defensa de Zaragoza durante la guerra de la Independencia, a principios del siglo XIX. La baja rentabilidad de estas explotación por la escasa concentración de azufre en la piedra de yeso de la que se extraía y su dificultoso transporte hizo inviables las minas, que interrumpieron su actividad en 1889, reabriéndose luego a principios del siglo XX.
La Química
En 1909 había 11 concesiones de explootación minera entre los dos municipios. Durante la I Guerra Mundial (1914-1918), se aumentó la producción de 8 000 a 14 000 toneladas. En los años 20 de la pasada centuria, la Industrial Química de Zaragoza realizó importantes inversiones y Teruel se convirtió en la primera productora de azufre de España. La empresa tenía su sede en el barrio zaragozano de La Almozara, conocido popularmente como el barrio de La Química. En 1923 se extrajeron 41 905 toneladas de mineral de azufre que era quemado en 14 hornos para extraer el azufre, hornos que forman parte del patrimonio industrial de la zona.
La población de Libros se cuplicó de 1920 a 1930, alcanzando los 1 586 habitantes. Muchos de ellos vivían en cuevas excavadas por los propios mineros. La empresa construyó un poblado para alojar a los trabajadores, con escuela, frontón, cuartel de la Guardia Civil… del que apenas quedan restos.
Durante la Guerra Civil, la Zofrera fue objetivo militar y sufrió los bombardeos de la aviación franquista. La producción ya no llegó a recuperarse y, finalmente, la actividad cesó en Libros 1956 por cosiderarse «antieconómica». Al clausurar la explotación, la empresa vendió todo lo que podía tener algún valor, incluso las vigas de madera de las viviendas, destruyéndose la casi totalidad de las infraestructuras existentes. Parte de la población emigró a lugares como Montalbán, Utrillas o Escucha, descendiendo el censo hasta 593 habitantes en 1960.
En 2015, Julian Martínez «El Francés», jubilado, restauró y amuebló 14 de las más de 100 cuevas casa para su visita por parte de los turistas. Gracias al interés de los vecinos, también se conserva en buen estado la ermita rupestre de Santa Bárbara.
La mina de Libros III es un complejo entramado de galerías y pozos de ventilación. Tras la bocamina, a la izquierda de la galería principal se encuentra el conjunto de galerías más importante, practicamente en su totalidad entibadas con piedra seca, reforzada en ocasiones con vigas o troncos de madera, algunas en bastante mal estado. La altura en este sector es por lo general baja, obligando a transitar por él en cuclillas o arrastrándose. Llaman la atención una zona en la que aparecen dos galerías a diferente altura, entibadas con madera, así como la zona más profunda de la mina, que se encuentra a 3 m de profundidad con respecto a la boca y tiene en sus techos una singular concreción filiforme y muy blanquinosa denomina epsomita, que no se había observado en ninguna otra de las minas de este complejo.
Retornando a la la galería pricipal y transitando unos 200 m se llega a una bifurcación tras la que aparecen tres singulares arcos de medio punto realizados en ladrillo y piedra en su base, que tienen la función de mantener la estabilidad de esta galería dadas sus grandes anchuras y alturas con respecto al resto de esta mina.
El subterráneo de La Cava
En la población de Camarillas (Comunidad de Teruel), se encuentra uno de los conjuntos hidráulicos de mayores dimensiones y de mayor interés tipológico de la provincia, compuesto por el acueducto medieval de los Arcos y «la Cava», caño o conducto subterráneo de 130 metros de recorrido, con dos bocas de acceso y un desnivel entre ambas de 5 metros. En su día servía para canalizar, junto con el acueducto, las aguas de la fuente de la Basa hasta el pueblo. Desde dicha fuente hasta la boca superior del caño la conducción se encuentra enterrada a escasos centímetros de la superficie y está compuesta por cilindros cerámicos troncocónicos intercalados con arquetas de piedra para su limpieza en caso de obstrucción debida a raíces u otros elementos.
Para salvar un pequeño cerro de unos 10 m en su parte más alta, los constructores decidieron acometer la obra del caño y que el conducto que transportaba el agua fuese por su interior; por lo tanto, el caño sólo servía para, una vez realizada la obra, garantizar el mantenimiento de dicho conducto.
Obra del siglo XV
El caño se encuentra excavado en roca y sustentado en su totalidad por una construcción en piedra seca tanto en las paredes como en el techo, teniendo este último forma de bóveda, aunque existen algunos tramos encofrados. La galería que forma oscila de los 43 a los 80 cm de anchura, con una altura de 1,30 a 2 metros. Curiosamente, en su parte central, el caño hace un giro para, a los pocos metros, volver a la dirección inicial.
Solventado el problema del pequeño cerro, aún quedaba cruzar un barranco para llevar las aguas al pueblo. Aquí la solución constructiva consistió en un acueducto en mampostería con tres arcos apuntados, que alcanzan una gran luz aun teniendo sólo un metro de ancho. Tanto este acueducto como el subterráneo son del siglo XV.
A día de hoy los vecinos de Camarillas siguen abasteciéndose de las aguas de la fuente de la Basa, aunque les llegan por otros medios más modernos, pero no tan interesantes, tradicionales y bellos como este conjunto hidráulico.
Aljezares del río Alfambra
Entre Villalba Alta (pedanía de Perales del Alfambra) y Escorihuela durante gran parte del siglo pasado se estuvo extrayendo la piedra de yeso para su comercialización, quendado como testigos mudos de esa actividad antiguas y singulares minas denominadas aljezares (del árabe aljez, mineral de yeso). Esta actividad también se desarrolló aguas abajo de esas localidades de la Comunidad de Teruel. Se trata de yesos del Mioceno que se explotaron de forma artesanal en gran parte del valle del Alfambra, siendo las más conocidas las explotaciones de Los Aljezares (Teruel) y Cascante-Libros, más al sur.
En estas minas de Teruel, la explotación se realizaba a cielo abierto cuando el yeso afloraba en superficie y de forma subterránea cuando se encontraba oculto bajo otros materiales, realizando un trabajo de excavación artesanal. Los espacios creados eran de gran envergadura, lo que obligaba a dejar gruesas columnas de sustentación como las que se encuentran en casi todos los aljezares de Villalba Alta, los de mayores dimensiones —hubo cinco en el paraje de la Costera de los Aljezares, en la margen derecha del río—.
Legado etnográfico
La mayoría de las explotaciones de la vecina Orrios fueron al aire libre, y en Escorihuela hubo cuatro de estas minas. Es destacable, sobre todo en los de esta última población, el uso de picos para la extracción, patente por unas curiosas marcas incisas en la piedra, en su mayor parte paralelas entre sí.
En la mayor parte de estos aljezares se encuentran, normalmente en su interior, uno o dos hornos fabricados en piedra caliza, con toberas cuadradas o triangulares, para cocer el mineral de yeso.
Gentes de localidades más o menos cercanas como Visiedo, Camañas o pueblos de la sierra como El Pobo o Cedrillas, acudían a estos municipios para comprar yeso o intercambiarlo con otros productos. Tras el cese de la actividad, algunos de estos aljezares fueron utilizados como apriscos para el ganado lanar o caprino. Los aljezares constituyen un destacable legado etnográfico que habría que conservar, ya que son huellas de una actividad desaparecida, la del ajecero, de la que apenas quedan testimonios.
Por otro lado, en estas cavidades se ha constatado la presencia en periodo estival de una colonia reproductora de murciélago ratonero grande (Myotis myotis), especie altamente vulnerable a la que no hay que molestar.
Turismo de minas en Teruel
En Teruel encontramos cuatro espacios mineros recuperados para uso turístico: el Museo Minero de Escucha; el Parque Temático de la Minería de Utrillas; el Parque Tecnológico Minero MWINAS de Andorra y el Museo Minero Pozo Corral Negro en Ariño.
Estas actividades han supuesto un importante revulsivo económico, atrayendo a numerosos turistas interesados en la arqueología industrial en general y en la minería en particular. Algunas de los lugares que aparecen en Minas de Teruel. Vestigios del pasado podrían incorporarse facilmente a ese catálogo de actividades dinamizadoras del territorio y compensar, en parte, el declive económico y demográfico que sufrieron estas zonas con el cierre de la actividad minera. Pero a día de hoy, debemos recordar que son espacios no adecuados para su visita.
Texto original: Centro de Estudios Espeleológicos Turolenses. Fotos: Espeleo Club El Farallón
Imagen de cabecera: mina de Libros III, entibación con arcos de ladrillo. Reportaje publicado en la revista La magia de viajar por Aragón
Para saber más sobre minas de Teruel:
- Minas de Teruel. Vestigios del pasado (Centro de Estudios Espeleológicos Turolenses, Prames, 2020, tapa dura, 23 x 31 cm). 31 minas ubicadas en 17 municipios de 7 comarcas turolenses, con más de 200 fotografías, mapas de ubicación y topos o croquis de las cavidades.
- Minerales de Aragón (Miguel Calvo Rebollar, Prames, 2008, colección Gran Formato, 23,5 x 31,5 cm, cartoné, 463 pág.)
Felicidades por esta gran obra y el trabajo realizado.
Os seguiré desde hoy
Muchas gracias, Carlos.
Pingback: Las minas de hierro, vamos hasta ellas - Hostería La Barbacana