La ruta circular por las ermitas románicas de Betesa es una opción senderista magnífica en cualquier época del año: amable, para realizar a lo largo de la mañana, por lugares donde el tempo de vida es otro y que, incluso, pueden parecer recónditos, sin serlo.
El valle de Betesa-Santorens se sitúa en la comarca de La Ribagorza, inmerso en la vertiente oriental de la sierra de Sis. Lo recorre el barranco de Aulet, tributario de un Noguera Ribagorzana que remansa sus aguas en el embalse de Escales. Estamos, por tanto, muy cerca del límite con Cataluña. En el fondo del valle se ubica Betesa, perteneciente al municipio de Arén, cuyas casas se agrupan defensivamente en torno a una peña que, en su día, alojó un castillo.
El punto de partida es la plaza que hay frente a la entrada al pueblo, entre naves de pastores. En ella encontramos las señales del PR-HU 245 que vamos a seguir. En dirección oeste y en subida tomamos la pista que se dirige a Obis, núcleo que también visitaremos. Al poco, una señal del PR, a la izquierda, nos invita a dejar la pista para continuar en ascenso por un tramo del viejo camino de herradura que desemboca de nuevo en la pista.
Ésta describe una curva cerrada ante los farallones rocosos de El Grau, antes de llegar al desvío que nos llevará a la ermita de Rigatell. Junto a la roca de conglomerado y otra vez por camino antiguo, las vistas se abren magníficas hacia el valle y las cumbres del Pirineo leridano. Pronto divisamos el lugar de Rigatell. Descendemos hacia la fuente del mismo nombre, cruzamos el regato que bautiza la zona y, bajo las ruinas de la única casa que habitó este sitio, enlazamos con una cabañera que limita el prado donde se levanta una ermita dedicada a la Virgen. Es un pequeño templo románico, austero y popular, que en el pasado albergó un importante frontal de altar, del siglo XIII, que hoy está en el Museo Nacional de Arte de Cataluña (pincha el enlace para verlo).
Podemos rehacer el camino para enlazar con el PR o tomar una pista, visible al oeste de la ermita, que nos conducirá igualmente a la aldea de Santa Eulalia o Santolaria, que como Rigatell también dependió de Betesa. En cualquier caso, el PR nos deja en la ermita de Santa Eulalia, a las puertas del pequeño casal, ya en ruinas. Estamos ante otro pequeño edificio románico, del siglo XIII, en esta ocasión mucho más elegante que el anterior, pese a sus modestas dimensiones y la sencillez de sus recursos plásticos.
Las señales del PR nos conducen hacia Obis. El sendero se agarra a una ladera y nos lleva a cruzar el barranco del mismo nombre, también llamado de Belarta, algo que haremos sin problemas ayudados por unas piedras. Entre antiguos prados y bajo un dosel vegetal de arces y quejigos, subimos hasta un pueblo que fue despoblado en la década de 1970, pero en el que recientemente se han instalado algunos neo-rurales con la intención de devolverle el pulso vital.
El PR-HU 245 se encamina a bordear las ruinas de Obis por el sur, bajo una bóveda de bojes, descendiendo hacia el barranco Cremat o de San Marc, que sigue en paralelo. Poco después cruza el barranco La Selba y asciende suavemente, ofreciendo una buena vista del caserío fantasma de Obis y de su situación, sobre un espolón de roca y bajo esa reunión de arroyos y barranqueras.
El camino sigue con escaso desnivel por una preciosa umbría en la que crecen bojes, gayuba, avellanos, quejigos y encinas, permitiéndonos hermosas vistas de Santa Eulalia, del desfiladero de Obis sobre el que discurre y del valle de Betesa, que divisaremos al fondo. Tras superar un paso en la roca, comienza a descender pegado al acantilado calizo que se eleva sobre casa Pallás, conocido como la canal del Tambó, que es el nombre de una de las peñas que rematan estas paredes, a cuyos pies se abre una sima por la que resuena el eco de las piedras que a ella arrojaban los lugareños. Esta parte del camino es sorprendente, no solo por su entorno sino porque permite comprobar cómo las gentes de antaño levantaron taludes artificiales y dispusieron peldaños de roca para construir su plataforma.
La senda desemboca en la pista que lleva hasta casa Pallás, un buen ejemplo de casa aislada y autosuficiente. Desde aquí, el antiguo camino a Betesa por el que está trazado el PR atraviesa la pista en varias ocasiones, internándose en el quejigal-encinar de esta parte del valle y cruzando el barranco de Obis por un coqueto puente de piedra.
Los escaramujos, las zarzamoras y los endrinos o ‘arañoneras’, además de unos cuantos chopos, nos indican el lugar de las antiguas huertas de Betesa y, por tanto, la cercanía de la población. Llegamos al lado de su iglesia parroquial, una construcción de origen románico, aunque muy modificada en el tiempo, que aparece apartada del casco urbano.
Se cierra así un circuito de gran atractivo natural, evocador de tiempos pretéritos, donde pueblos, aldeas y casas daban coherencia y organizaban este territorio anclado en las faldas de la sugerente sierra de Sis.
Descargas de la ruta (GPX y KMZ):