La primera imagen al pensar en un bosque frondoso suele ser de un paisaje de alta montaña, pero lo cierto es que por todo Aragón, en todas las comarcas e incluso a las puertas de ciudades y poblaciones, nos encontramos con un tipo de bosques de espesa y variada vegetación, de gran valor ecológico por su papel medioambiental y las especies de flora y fauna que albergan, y tan característicos que incluso cuentan con un nombre específico. Son los bosques de ribera o sotos, nombre que viene del latín saltus, que designa una arboleda junto al río.
La presencia del agua permite el desarrollo, con independencia de las precipitaciones, de una exuberante vegetación y convierte a los bosques de ribera en islotes de frescor incluso en medio de zonas de clima riguroso como la depresión del Ebro, marcando un brusco contraste entre la rudeza del matorral mediterráneo y la orla verde junto a las orillas, que destaca como uno de los espacios naturales más ricos en biodiversidad.
Los sotos están condicionados a formar así corredores lineales junto a los ríos y arroyos y han sufrido también una especial presión por parte del hombre para su aprovechamiento agrícola o extraer áridos y madera.
Con todo, Aragón cuenta con más de 300.000 hectáreas de vegetación arbórea de ribera (sin contar las choperas de producción) que suponen el 2,20 de la superficie forestal de la comunidad, que incluyen espacios protegidos como la Reserva Natural Dirigida de los Sotos y Galachos del Ebro.
Los márgenes de cualquier río aragonés, de arroyos y barrancos, ofrecen así atractivos paseos para disfrutar de la naturaleza, especialmente interesantes en primavera, una explosión de vida, con los árboles cubiertos por sus nuevas hojas, aves nidificantes marcando su territorio mediante el canto y el suelo cubierto por un manto de plantas y flores.
Y otro atractivo más que se suma a la biodiversidad de los sotos está también en el elemento humano. Las poblaciones siempre han buscado la proximidad de ríos y si esto ha llevado muchas veces a la desaparición del bosque, también ha dejado numerosos elementos de interés etnológico (molinos, huertas, barcas de paso…), así como caminos y zonas de recreo para el visitante.
Chopos y álamos
Dos árboles emparentados son las especies básicas que conforman los sotos fluviales y así el álamo blanco es el más característico en las zonas de menor altitud, hasta unos 800 m sobre el nivel del mar, mientras que en las zonas más frías predomina el álamo negro o chopo. Sin embargo, ambos suelen convivir, formando bosques mixtos junto con otras especies, entre las que destacan especialmente el sauce, el fresno y el tamariz o tamarindo, que también llegan a ser los mayoritarios en algunos casos.
La distancia al agua es el principal factor por el que se distribuyen los árboles, desde los alisos, que necesitan tener sus raíces permanentemente encharcadas, hasta las fresnedas, que no dependen de la presencia física de agua y actúan de unión entre las riberas húmedas y los bosques o matorrales circundantes
Las características del suelo y el ambiente terminan definiendo la flora asociada en cada soto; pero lo mismo en los ríos que descienden del Pirineo que en los que atraviesan las áreas más secas del valle del Ebro, será siempre tan variada como abundante, con lo que árboles, arbustos y flora forman auténticas selvas.
Aneas, carrizos y juncos en los terrenos encharcados; rosales silvestres, hiedras y trepadoras; arboles como nogales, arces o majuelos; y un denso tapiz de hierba y flores completan los sotos, en los que por su aprovechamiento destacan las zarzamoras y las setas de chopo.
Esta vegetación tiene importantes beneficios para el río y el hombre al actuar como depuradora del agua y proteger las orillas frente a las avenidas. Y desde luego ofrece refugio y alimento a una fauna muy diversa que refuerza los alicientes para los paseantes por los sotos, entre la que hay que destacar especialmente la gran variedad de aves.
El cuco, la llamativa oropéndola, el pájaro moscón (con su peculiar nido en forma de bolsa colgante), el ruiseñor, el jilguero, el pito real y otros perforadores de troncos, el autillo, o acuáticas comocormoranes y garzas, son ejemplo de las muchas especies aladas que se pueden ver o escuchar.
Alineados de manera natural, marcando el trazado de los ríos, los bosques de ribera se presentan inconfundibles desde la lejanía para animar a adentrarse y disfrutar de todos sus atractivos y riqueza.