La revista La magia de viajar por Aragón inició el año pasado la publicación de una serie de reportajes con el lema «La escultura que construye paisaje», una reflexión y un viaje también sobre la escultura pública y sus vínculos con el paisaje a lo largo de toda la geografía aragonesa, con textos suscritos por Isabel Castillo y Fernando Lampre, autores a su vez del proyecto Nabesaires. El reportaje que sigue es la cuarta entrega de esa serie, un recorrido extraordinario e insólito por diferentes rincones de la geografía oscense que tienen un mismo hilo conductor: el land art. La Fundación Beulas, con el apoyo de la Diputación Provincial y del Ayuntamiento de Huesca, ha apostado por crear un prestigioso itinerario para los amantes del arte contemporáneo al que ahora nos acercamos.
A finales de la década de 1960, sobre todo en el ámbito anglosajón, se realizan una serie de intervenciones artísticas y escultóricas en la naturaleza, gestándose lo que más tarde ha venido a definirse como land art. Aunque no hay nada completamente inédito en el concepto –se trata de una revisitación de ideas y sentimientos que ya habían sido plasmados, al aire libre, en etapas pretéritas de la historia del arte–, en nuestra opinión existen dos importantes consideraciones que lo singularizan.
La naturaleza en el camino
Por una parte, la vuelta a trabajar en la naturaleza plasma el hastío de muchos artistas con el papel preponderante desempeñado por las galerías de arte y los museos. Por otra, también expresa una prospección y un retorno a las primeras intervenciones artísticas de la humanidad –los monumentos megalíticos, especialmente los menhires, ocupan un papel muy destacado–, volcándose en buena medida hacia lo minimalista y hacia las primeras experiencias vitales en la Prehistoria, siempre ligadas al nomadismo, la trashumancia y el viaje: “on the road”. En palabras de uno de sus pioneros, el artista británico Richard Long: “He decidido hacer arte andando, utilizando líneas y recintos, o bien piedras y días”.
El land art busca una nueva comunicación, una conexión y armonía entre la abstracción del elemento artístico y el paisaje, de forma que se propongan diferentes perspectivas y miradas. Aunque las puestas en escena puedan parecer espectaculares en ocasiones –semejante a una arquitectura de paisaje–, la nueva estética es generalmente sencilla y austera, utiliza materiales naturales (madera, tierra, piedras, etc., todos ellos perecederos o erosionables), o incluso simplemente recrea movimientos solares, huellas y sendas efímeras, ya que tiene como reto no degradar el medio ambiente, dialogando íntimamente con el entorno e, incluso, indagando una trascendencia cósmica.
En esta línea filosófica, nos vamos a encontrar con algunas intervenciones que han desaparecido, como la del propio Long en Benasque, y de la que tan solo queda un registro fotográfico. Constatamos, en definitiva, una interrelación única y exclusiva de la obra con su localización y entorno. Hay que indicar que muchos artistas del land art exploraron también el denominado site-specific art, un término que identifica una intervención pensada para una ubicación concreta, de forma que si moviéramos la obra de arte de su emplazamiento, esta perdería una gran parte o, incluso, la totalidad de su significado.
El Centro de Arte y Naturaleza – CDAN
Siguiendo modelos europeos que ponían en valor paisajes y obras escultóricas al aire libre, a mediados de la década de 1990, la Diputación Provincial de Huesca se embarca en la aventura de impulsar un programa de creación artística a lo largo y ancho del paisaje altoaragonés –una apuesta decidida para superar la noción de parque escultórico–. En el periodo comprendido entre 1994 y 2009 se encargaron obras a artistas de reconocido prestigio. Sus intervenciones, profundamente conectadas con los diferentes emplazamientos, constituyen el grueso de la ruta y enclaves que aquí vamos a describir.
A la colección “Arte y Naturaleza” se unió, años más tarde, el Centro de Arte y Naturaleza (CDAN), inaugurado en el año 2006 a las afueras de Huesca. El centro, dependiente de la Fundación Beulas –creada por el pintor catalán José Beulas Recasens, que donó su obra y colección a la ciudad oscense–, se ubica en un atractivo edificio que fue diseñado por el arquitecto Rafael Moneo. Con sus exposiciones, cursos, publicaciones y actividades, el CDAN se ha convertido en un referente del arte y la cultura contemporánea.
En el CDAN iniciamos este original itinerario. Para abrir boca, en los jardines del centro se encuentra (1) Estela XXI, de Ulrich Rückriem. Este hito de piedra –un gran prisma cuadrangular de 4 m de altura–, esculpido en granito rosa de Porriño, fue inicialmente colocado en 1995 en el Parque Miguel Servet de Huesca, pero trasladado finalmente al CDAN tras las obras de remodelación del parque. Con su presencia física, la piedra del artista de Düsseldorf es antesala e invitación a su monumental conjunto de estelas en la cercana localidad de Abiego.
Estelas y círculos de piedra
Desde Huesca nos acercamos a Abiego, a los pies de la sierra de Guara, en el Somontano de Barbastro. Junto a la carretera que une esta población con la de Azlor, se ubica 2 Siglo XX (1995). Este gran proyecto de Rückriem levanta 20 estelas de las mismas dimensiones y material (granito) que la que acabamos de contemplar en el CDAN. Semejante agrupación de monolitos se alza entre cultivos de secano, en un ensanchamiento de la cabañera que une las montañas de Broto con las riberas de Mequinenza, dotando al paisaje de gran ancestralidad y significado. Paisaje y piedras dejan una profunda huella en nuestras retinas.
El megalitismo, aunque en un sentido mucho más minimalista, fue buscado por Richard Long en el año 1994, en el valle de Benasque: (3) A circle in Huesca. Lamentablemente, la intervención de este precursor del land art ya no existe y solo las fotografías conservadas en el CDAN nos permiten comentar la obra y su emplazamiento. Long es un paseante contemplativo (land walk) y sus creaciones, muchas veces efímeras, están vinculadas a la naturaleza y el camino. Por ello, muchas de sus obras se encuentran en lugares remotos, a los que hay que llegar tras una larga caminata. Su respeto por el medio ambiente hace pasar desapercibida la propia intervención.
¿Dónde estaba A circle? El lugar elegido por el artista de Bristol fue un rellano de hierba, situado a casi 2400 m de altitud, que antecede al puerto de Benasque, en el camino transfronterizo entre Benasque y la localidad francesa de Luchon, justo donde se encuentran los restos de la histórica casa Cabellud que sirvió como refugio a los viajeros, montañeros y peregrinos que cruzaban los Pirineos hasta bien entrado el siglo XX. Aquel círculo de piedras evocaba al crómlech prehistórico, en definitiva un recinto sagrado que posiblemente podríamos identificar con los primeros enterramientos de los pastores de la cordillera. El panorama que rodea este emplazamiento es sencillamente impresionante: el macizo de la Maladeta, con sus glaciares y crestas de más de 3000 m de altitud, constituye un telón de fondo inimaginable.
Impresiones entre montañas
Empequeñecidos por los relieves pirenaicos, nos trasladamos a los valles de Bielsa y Chistau. En Pineta, próximo a los prados de Cornato (existe un sendero adaptado para personas con movilidad reducida), rodeado de un espeso bosque de abetos, se encuentra (4 )Mesa de picnic para Huesca, de Siah Armajani. El artista iraní, representante del denominado arte público –tendencia que prima la funcionalidad sobre la creatividad artística–, realizó en madera, en el año 2000, una intervención “antimonumental” que busca precisamente dar respuesta a necesidades básicas en una jornada campestre. Su mesa de picnic, capaz de acoger a 25 comensales, posee una estructura techada en cuyos pilares existen poemas y dibujos de Federico García Lorca –Armajani es un enamorado de Lorca y Picasso, entre otros–.
Del término de Bielsa nos marchamos a la bonita localidad de Plan, para disfrutar, al otro lado del río Cinqueta –sobre su llanura aluvial–, los volúmenes casi arquitectónicos de (5) Cabañera de la montaña, del artista danés Per Kirkeby (2009). En este juego geométrico de tabiques y vanos llama poderosamente la atención que está construido en ladrillo, un material que no se utiliza tan apenas en los pueblos chistavinos, donde domina lógicamente el uso de la piedra. La perplejidad del observador se torna en poderosa admiración cuando descubrimos que, por sus huecos, se pueden descubrir las principales montañas que confinan el valle.
Un salto hasta el otro extremo del Pirineo nos lleva a la ermita de Santa Lucía, en Berdún, junto a un importante ramal del Camino de Santiago. Rodeado de pinos, en una explanada junto al templo, se levanta 6 Three Sun Vessels for Huesca (2005), del británico David Nash, otro de los pioneros del land art, muy conocido por sus experimentaciones con madera (escultura biológica). Sus formas simples y minimalistas se pueden apreciar en los tres totémicos fustes de madera de roble y en sus vessels, especie de aberturas que forman un reloj solar en torno a una rosa de los vientos de bronce –en la que también aparecen solsticios y equinoccios–. La estructura lígnea convierte este enclave en un improvisado observatorio astronómico.
La tenacidad de los árboles
De vuelta a Huesca, nos incorporamos en Arguis hacia la vieja carretera de Monrepós, donde una estrecha pista asfaltada conduce hasta la chopera de Belsué. En este lugar recóndito y apartado, junto al río Flumen, cerca del despoblado de Santa María, el artista portugués Alberto Carneiro eligió emplazar 7 As árvores florescem em Huesca, (2006), un particular mandala de un peregrino por tierras oscenses. Cuando nos acercamos nos recuerda un sobrio y potente edificio, cuadrado, construido con sillares de arenisca de Ayerbe. Pero sus esquinas permanecen abiertas, como una invitación para penetrar, de forma ritual, a su interior, donde se levantan tres monolitos de piedra negra de Calatorao, un árbol metafórico que florece en el centro de un jardín, en cuyas paredes están inscritas las estaciones del año.
Y, para terminar, los árboles (o su ausencia) protagonizan la última visita. Junto a la ermita de la Virgen de la Corona, en la localidad de Piracés, encontramos un impactante conjunto del gallego Fernando Casás, 8 Árboles como arqueología (2003). Land art en estado puro para una intervención conmovedora por varios motivos. Su espectacular ubicación sobre un altozano le permite explayar una mirada, casi ilimitada, hacia los paisajes de la Hoya de Huesca y los Monegros, donde alternan nuevos regadíos con estepas y sorprendentes relieves en areniscas. Por otra parte, los 8 monolitos de granito negro, con más de 5 m de altura, acompañan a dos olivos centenarios, creando una magnífica alegoría sobre la tenacidad de los árboles, la dureza del paisaje y una hermosa reflexión sobre la transformación de la naturaleza.